Nunca, pero lo que se dice nunca jamás de los jamases, me llamaron la atención las películas de zombies. A sabiendas de que existen fanáticos del género, podría decirse que soy un anti-fanático.
Si tengo que elegir entre ver una de zombies y una comedia que ya vi, seguramente elija la película repetida. Tampoco soy muy amigo del Gore –aunque me saco el sombrero ante SAW, el juego del miedo pero solamente la 1– y de nuevo, seguramente elegiré cualquier otra donde la gente no explote a escopetazos a la primera oportunidad, si me dan opción.
Tampoco fuí nunca afín a las novelas esas de nunca acabar en donde un sinfín de vericuetos hace que los hermanos se garchen entre si, se maten entre si, se despojen de toda propiedad terrena entre si o simplemente se garchen a sus progenitores y viceversa, todo lo anterior en medio de los celos y sospechas de los respectivos cónyuges y la mucama que lleva y trae, sin llegar nunca a enterarse de que existía un vínculo sanguíneo hasta el ante-penúltimo capítulo, justo antes de que la huérfana se quede con el multimillonario.
Si no resumí todas las telenovelas de los últimos 20 años en esos 6 renglones, me avisan.
Vaya uno a saber como fué que pasó pero en algún momento durante el año pasado me encontré viendo en Cuevana –cuando todavía andaba y no se caía a pedazos como ahora– el primer episodio de la primera temporada de The Walking Dead de la cadena televisiva AMC.
De nuevo una de Zombies, si, pero esta era distinta por que no se centraba en los Zombies si no en la convergencia de las relaciones humanas en un futuro post-apocalíptico.
¿Los Zombies y las explosiones de sesos contra la cámara? Accesorios diría yo y bien podrían haber sido cucarachas mutantes o lagartos extraterrestres, daría lo mismo pero le agregaba ese toque de acción necesario para que la cosa no se ponga aburrida.
Y me anganchó, y mal.
Cuando quise acordar ya me había puesto al día y esperaba con ansias el capítulo de la semana siguiente, así terminó la primera temporada, hubo un parate como en toda serie que se precie y arrancaron de nuevo. Para la temporada 2 el guionista se puso en estrella y pidió aumento así que lo fletaron de un patadón en el culo y contrataron a Alberto Migré en su lugar.
El resultado es la cosa mas bizarra que haya visto en mi vida, una telenovela mas del montón solo que llena de Zombies, cowboys que los matan con ithacas y un chino que tiene mas culo que cabeza y que lleva como 20 capítulos escapándose de los mordiscones así que ya le toca.
Así y todo, cada tres capítulos se vuele a poner interesante y como tenía pendiente recomendarla hoy decidí dedicarle unos minutos.
No importa si sos como yo, si no te va el Gore o no te gustan las «de zombies», esta serie te va a gustar. Se vende como «de horror» pero claramente la mano viene por otro lado.
Por las dudas que seas de los impresionables, dejo abiertos los comentarios para que me vengas a insultar ante el primer desmebramiento con una motosierra.