Crecí en un hogar disfuncional de clase baja convulsionado permanentemente por la hiperinflación post dictadura. De dónde saqué la pasión por la música la verdad es que no sé, por que nunca pude apreciarla en buena calidad hasta que estuve mas bien entrado en años.
De niño, si quería escuchar música en mi casa, había dos opciones: Una radio AM (Monoaural, con un altavoz carraspeante que no hacía mas que enfatizar la ya de por sí deplorable calidad del sonido que le llegaba recortado como si lo hubieran pasado por un filtro paso-alto y otro paso-bajo quedando solamente los medios) Y un televisor en blanco y negro, mono también y que se veía –y escuchaba– nevado.
El amplio abanico de posibilidades que había para elegir en el pueblito en donde vivía incluía: Una única radio AM que llegaba desde 90Km de distancia y un único canal de Aire que también llegaba desde muy lejos gracias a estaciones repetidoras y nunca terminaba de verse «bien». (Entre comillas, por que comparado con lo que se ve y escucha hoy en día, aquello era una reverendísima mierda, inclusive los días despejados con viento a favor y la antena bien orientada).
Así que auditivamente, vengo desde bien abajo, desde la miseria absoluta y se que no soy el único. De mi generación debemos ser la gran mayoría. (Tengo 33, por cierto).
Nunca pude escuchar Hi-Fi –por que así se llamaba en los albores a la «alta fidelidad» (notesé de nuevo, entre comillas)– de no ser por la vez en que la familia adinerada del pueblo me mostró a mí y a mi madre su mas reciente adquisición, la habían traído desde un país vecino de dudosa reputación aduanera: Un equipo reproductor de música que claro, para mi edad –Corría 1985 mas o menos, debo haber tenido 7 u 8 años– era imponente. Mas alto que yo, todo rackeable, con un par de baffles que eran una vez y medio mi altura y dos veces mi ancho mas o menos y que rezaba en letras grandotas, doradas y brillantes: «Discos laser».
Si, leía CD pero el aparato lo llamaba «Laser Disc». Como no habían podido conseguir por ningún lado un CD de música para traerse consigo, 1985, pleno tercer mundo, no había un CD ni que te cagues buscando, lo único que tenían era un disco laser que venía de muestra con sonidos pregrabados: Un temblor, una tormenta eléctrica, el bullicio de una ciudad… La paradoja de poder reproducir en alta fidelidad pero no tener nada que reproducir por vivir en el culo del mundo… Nunca pude apreciar realmente que tenía de maravilloso eso del Hi-Fi así que seguí contento con mi radio AM.
Un par de años mas tarde, me hicieron el mejor regalo que me podrían haber hecho a esa edad, salvo por la parte en que se me iba todo el presupuesto en pilas: Un Walkman marca Panasonic.
De nuevo, no tenía ningún casette para escuchar en el walkman mas que algunos viejos que mi madre llevaba acumulando desde antes de que yo naciera mas o menos, en su gran mayoría de Folklore autóctono, todos originales, por que en aquella época no existía la piratería simplemente por que no existían los «doble casettera» que permitieran copiar de un casette a otro, o si existían, no llegaban hasta mi estrato social… Llevaba un casette de Ariel Ramirez y Jaime Torres en mi walkman todo el tiempo y a pesar de ser original, el sonido era –me doy cuenta ahora– una poronga. Mejor que la radio AM, pero una poronga.
Un día lo llevé en un viaje y se me dió por probar, estando mas cerca de la ciudad, que era ese interruptor que cambiaba entre AM y FM. Para mi sorpresa, en modo FM, donde en mi pueblo nunca sintonizaba nada, esta vez empecé a escuchar radio y música con una calidad increíble para mis estándares, pero había mas, otro interruptor bien al lado del anterior que permitía elegir entre mono y stereo. Lo puse en modo stereo, se encendió un led rojo que yo ni sabía que estaba ahí y fué como una epifanía. Fué tan grande la diferencia en la calidad de sonido que al día de hoy, de las pocas cosas que me acuerdo bien patente de esa edad, una es esta escena en particular.
Por que claro, AM, FM, Mono, Stereo, a esa edad me eran siglas perfectamente desconocidas y el manual –que estaba en inglés– no ayudaba la gran cosa tampoco.
Mas adelante adquirimos un equipo de música doble casettera, mas adelante uno que reproducía CDs, la cosa seguía mejorando. Cada año que pasaba, la música sonaba con mejor calidad. Llegó el día en que el CD se volvió una cosa facil de copiar y dejé de comprarlos o pedirlos prestados para bajarlos a casette, mas adelante el formato MP3, en los parlantitos de medio pelo de las PC con «kit multimedia», mas adelante siguieron mejorando los kits multimedia, después los subwoofers 2.1, 5.1, 7.1. La carrera en pos de la mejor calidad de audio posible.
Llegamos al día de hoy en que obviar Dolby 5.1 / AC3 o superior (el sonido envolvente) es directamente impensable. Si podés pagarlo, vas por un 7.1, aun que sea de mala calidad, pero que suene bien. No tener buena calidad de sonido en tu casa es simplemente inconcebible.
Nosotros, los que la venimos pariendo desde bien abajo sabemos apreciar la calidad del sonido, queremos que la música suene bien, entonces:
¿Por que a la nueva generación le importa un bledo?
Ellos, que nacieron embebidos en esta carrera en donde solo hay un único tipo de calidad de sonido, la excelente, con mas razón deberían poder apreciar y discernir la buena calidad de sonido de la mala, pero no. Por el contrario, con la masificación de la telefonía celular y la tendencia esta a que llevemos todos la PC en el bolsillo, van por la vida reventando el paupérrimo speaker del teléfono poniéndolo a todo lo que dá para que nosotros, el resto de los transeúntes, nos enteremos de que a ellos les gusta tal o cual estilo:
Chic, chiquichíc, chiquichíc, chiquichíc…
O bien:
Chac, tuchác, tuc chác, tuchác, tuc chac…
Y se pone peor: Llevan el pobre speaker –que por las características del mismo solo puede reproducir agudos– a mas no poder, hasta conozco casos de gente que crackea el firmware para poder subirle mas el volumen a esa mierda y no solo eso, van de a muchos, todos con el volumen altísimo, todos juntos pero escuchando cosas distintas, en todos lados, siempre.
Si, vengo a escribir mitad enojado, mitad frustrado por no poder entenderlos, después de entrar a un Kiosco y no poder mantener una conversación con el dependiente por que el que entró justo detrás mío tenía el volumen de su celular tan alto que nos lo impedía. Creo que me molestan menos los grillos en verano…
¿Es que no se enteran que volúmen alto no es sinónimo de calidad?
¿Que los llevó a tener el oído tan atrofiado?
¿Tan caro es un par de auriculares para el celular y san seacabó?